«HUELLAS DE UNA CASA» Prólogo

Los desaparecidos continúan irguiéndose para mirar de frente la injusticia. Ellos soñaban una vida mejor para todos y ese sueño fue plasmado en su lucha diaria, cotidiana y en el amor solidario más supremo que puede dar un ser humano: ofrendar su vida en pos de otros. Mientras los represores gritaban “¡Viva la muerte!”, ellos duplicaban el grito a la voz de: “¡Viva la vida!”. Este grito prevaleció a través  de los años, más allá de la sangre derramada y traspasó los sueños que albergaron.

Descreemos que no estén más entre nosotros. Ellos hablan en sus escritos, visionarios de un futuro que luego se nos vino encima como un torrente, como lava de un volcán furioso que impregna al pueblo de un capitalismo feroz, salvaje, dejando en el camino a miles y miles de excluidos y con una deuda externa que los militares supieron inflar hasta cifras extraordinarias. Con un presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, que, en 1982, estatizó dicha deuda.  Esos mismos militares que, con la idea de perpetuarse en un poder – avalado y alentado por  sectores de la sociedad civil – intentaron por todos los medios generar el terror en las calles. Pues sino, ¿cómo se explica el hecho de liberar a los secuestrados ilegalmente? Para las FF.AA. la libertad de unos pocos era la forma de sembrar el terror en los barrios, en las ciudades, en la sociedad toda. Deseosos que corrieran los rumores de la existencia de campos de concentración y exterminio (luego se comprobó aproximadamente 500 centros en todo el país). En estos sitios, la persona perdía su entidad, era un número, una letra, un código. Se la cosificaba. Eso implicaba el “no existir”, el haber sido extraído del núcleo social sin más, el desaparecer.

Tantísimos libros, informes, escritos y testimonios acerca de lo acontecido en la historia trágica reciente de la República Argentina hacen que el aporte de cada uno, desde su memoria, pueda hilvanar y, así, no dejar inmóvil al desaparecido. Hacerlo aparecer desde los años ’70 hacia el presente y con la proyección segura a nuestro futuro como país.

Las generaciones posteriores no tuvieron donde verse reflejadas, pues hubo una generación invisibilizada, desaparecida, masacrada. La ausencia de ese “espejo” donde reflejarse fue fundamental para que una generación “dormida” acepte el neoliberalismo imperante en los años ’90, no sólo en  la Argentina sino también en toda América. Pero, hoy en día, esto ha virado. Aquella invisibilidad comienza a teñirse de colores, de matices, de formas, de estructuras. La intangibilidad se transforma en masas pensantes,  que, no sólo desea volver a sentir la sed de aquellos sueños de los compañeros/as desaparecidos/as, sino también, y fundamentalmente, concretarlos. Aquella lucha es un boceto de lo que podemos hacer como sociedad, sabiendo que los pueblos emergen conjuntamente y no de manera individual (e individualista). “Los protagonistas de las revoluciones son los pueblos, no los hombres”.

La solidaridad debe ser punta de lanza para combatir cualquier dolor, por más hondo que éste sea. Siempre habrá  una cita con el porvenir, pues es allí donde podremos concretar nuestras esperanzas de libertad y justicia social.

Intentamos por todos los medios resignificar el sitio, luchar contra nosotros mismos; pues, al militar en diferentes Sitios de Memoria tendemos, sin desearlo, a deshumanizar los lugares. Esa deshumanización es la que anhelaban los militares genocidas y en contra de ella batallamos a diario. Entonces, nos aferramos a aromas, a fragancias de esos árboles que hoy crecen más floridos, agudizamos los oídos y alcanzamos a escuchar los motores de los aviones surcando el cielo y el canto de la misma especie de pájaros que escuchaban los secuestrados durante los años de plomo. Esos sonidos, hoy colmados de vida, logran tapar el recuerdo de los gritos del Mundial ’78. Y los escuchamos con sus jóvenes vidas, antes de que se los privara de su libertad, cantar canciones de Sui Géneris, los vemos compartir rocíos, discutimos con ellos el modo de llevar adelante la lucha social, nos reímos con sus risas en torno a un mate lavado, nos emocionamos viéndolos dar sus primeros besos, lloramos en sus lágrimas y militamos en sus vidas.

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Próxima entrega:  «INTRODUCCIÓN»

 

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