LA ANTESALA DEL JUICIO

ACTUALIZACIÓN DE LA CAUSA

Según declaraciones del abogado Pablo Llonto, la causa está por elevarse a juicio oral; es decir, recién en unas semanas o meses, lo tendrá un Tribunal Oral y allí se fijará la fecha que podría ser durante el segundo semestre de 2016 o principios de 2017.

A pesar de que varios represores fueron reconocidos por los sobrevivientes (ver entrada), sólo hay tres imputados: Omar Domingo Rubens Graffigna (Brigadier General – RE) y los hermanos Enrique Julio (empleado) y Jorge Luis Monteverde (analista de sistemas y experto naturalista).
Graffigna tuvo un rol muy importante durante la última dictadura cívico-militar. En el expediente “Monteverde, Enrique Julio y otros s/privación ilegal de la libertad agravada,…”, dice: «Graffigna, en su calidad de Jefe a cargo del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea, tuvo un rol central en la cadena de mandos a través de la cual se trasmitieron las órdenes que culminaron en la comisión de los hechos por los cuales se le recibiera declaración indagatoria.»
Por su parte, sobre Jorge Luis Monteverde el expediente asegura que «prestó funciones en el centro clandestino de detención y tortura conocido como “Virrey Cevallos”, lugar en que operó bajo el apodo de ‘Sota’ o ‘El Sota’, desempeñándose como guardia a cargo de la custodia de las personas que cumplieron cautiverio en el lugar, y haciéndolo entre 17 de mayo de 1977 al 26 de marzo de 1978.»

Hasta el momento, los únicos querellantes en la causa son Miriam Lewin y Osvaldo López, representados por el abogado Pablo Llonto. También  participará del juicio la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

Omar Domingo Rubens Graffigna, durante el Juicio a las Juntas.

Omar Domingo Rubens Graffigna, en 1985, durante el Juicio a las Juntas.

Uno de los hermanos Monteverde

Uno de los hermanos Monteverde.

«Recuperación de la Memoria» y conclusiones

Recuperación de la MEMORIA

Esther cuenta en su relato lo difícil e incansable que fue la expropiación de la Casa: “Conversamos con cada uno de los diputados que nos recibieron, y a todos les acercamos sucesivas notas con el estado de situación y problemas a resolver”.

Luego de visitar varias veces el juzgado, tras distintos intentos fallidos finalmente el 9 de septiembre de 2004 la Legislatura Porteña aprueba por 34 votos a favor, 3 en contra y 1 abstención la expropiación del Ex CCDTyE “Virrey Cevallos”.

A los pocos días Esther fue a Cevallos junto a varios vecinos para comenzar a cambiarle la fachada a aquella casa de pasado tan oscuro. Y con la idea de recuperar la memoria colocaron una bandera que ocupaba todo el frente con un texto que decía: “Ex Centro Clandestino de la Fuerza Aérea. Inmueble sujeto a expropiación por Ley aprobada el 9-9-2004”.

 

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Así es como el 10 de abril del 2007, el “Instituto Espacio para la Memoria” (IEM) recibe del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la tenencia del inmueble. Es a partir de ese entonces que el IEM junto a vecinos del barrio emprenden la restauración edilicia de este sitio, para llevar adelante un proyecto de recuperación de la memoria histórica.

 

Conclusiones

Uno de los principales objetivos que guiaron este trabajo fue identificar a los titulares de la Casa, quienes no podían desconocer las acciones que se perpetraron en el lugar. Quienes tenían la propiedad de Cevallos 630 y Franklin 943 – las cuales funcionaron como CCDTyE- no pueden estar exentos de responsabilidad.

Asimismo intentamos esbozar una reconstrucción de las personas identificadas como partícipes en el funcionamiento cotidiano del ex CCDTyE. Aquellos que realizaron secuestros, detenciones, torturas y desapariciones de personas.

En otra medida, la pretensión de sistematización de los testimonios de los sobrevivientes, así como también los aportes de los familiares y vecinos del barrio, fue otro de los objetivos de la investigación. La reconstrucción de la historia, a través de la palabra en primera persona, fue fundamental para situarnos en el contexto socio político de los años 70.

En líneas generales, intentamos que este informe sea un aporte para la reconstrucción de la memoria, para mantener viva la lucha de los 30.000 compañeros desaparecidos y cosechar la siembra de justicia y verdad que ellos plantaron. En uno de nuestros dos ejes de investigación hemos focalizado sobre los dueños de la llamada «Casona», quienes no pudieron tener desconocimiento de lo que en sus dos propiedades se perpetró. En el otro, tuvimos el afán de reconstruir el funcionamiento cotidiano del CCDTyE.

La única realidad posible para avanzar en la sociedad es la continuidad en la concreción de aquellos sueños que aniquilaron las Fuerzas Armadas y sus cómplices civiles, y para que aquella lucha no sea invisibilizada a través de la desaparición que los mismos años y el tiempo  muchas veces producen, habrá, entonces, que levantar las banderas y plantarse donde nuestras ideas, esperanzas y sueños continúen latiendo de generación en generación. Así pues, la sangre que se derramó en aquél tiempo, seguirá recorriendo nuestras venas y no habrá sido en vano. Somos nuevos eslabones en la cadena de compromiso, amor, solidaridad y lucha que los compañeros, siempre vivos,  han tenido, y tienen a través de nuestras vidas.

Sobrevivientes del horror: Miriam Lewin

MIRIAM LEWIN

 

Su militancia

En 1970, comenzó a estudiar en el Colegio Nacional Buenos Aires. Al principio sus intereses pasaban por la literatura, pero, al cumplir 14 años de edad, sus inquietudes se volcaron a la militancia dentro del anarquismo. Allí conoció a Norma Matsuyama, también estudiante del Buenos Aires, una chica un año menor, quien provenía de una familia humilde de origen japonés. Junto a ella, Miriam, pasó a militar en el peronismo. Hoy, recuerda las palabras de un compañero que la motivaron a hacer el cambio: “Todo muy bien el anarquismo como utopía, pero si vos querés transformar la realidad en Argentina tenés que ser del peronismo”.

Así es como ambas decidieron “proletarizarse”. Para ello, ingresaron, en calidad de obreras, a una fábrica de lamparitas en Villa Lugano. Allí vieron una tremenda explotación de la clase trabajadora. Luego de unas semanas lograron sindicalizar a todo el personal. Miriam estaba contenta, pero tenía problemas en su casa: sus padres estaban muy enojados porque pretendían tener “una hija universitaria”. Lo que ocurría en realidad era que su hija se estaba “volviendo obrera”. Es así como el padre de Miriam, haciendo uso de su potestad, presentó la renuncia de su hija. Y después de eso, la obligó a anotarse en una carrera.

Miriam eligió inscribirse en la escuela de periodismo del Instituto Grafotécnico. Allí conoció a quien sería su novio, Juan Eduardo Estévez, un compañero de estudios que también militaba en la JTP (“Juventud Trabajadora Peronista”). Además, optó por anotarse en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, para cursar la carrera de Economía. Por la influencia de su novio, trabajador de prensa, y por el contacto con la agrupación universitaria que había en Económicas, Miriam decidió encarar de lleno la militancia peronista.

Sin embargo, ya corría el año 1975 y la pareja comenzaba a notar una intensa escalada represiva. Los atentados de la Triple A (“Alianza Anticomunista Argentina”) comenzaron a aterrorizarlos. Miriam volvía a tener discusiones con su padre debido a que éste le recomendaba no correr tantos riesgos. Así pues, ella comenzó a pasar menos tiempo dentro su casa.

El 24 de Marzo de 1976 se produjo el Golpe Cívico Militar y  la represión se multiplicó. La joven pareja Lewin-Estévez percibía como los militares “levantan” a sus amigos. Para no ser capturados, comenzaron a escapar de sus lugares de residencia habitual. Como así también, de los sitios que solían frecuentar. Por ende, Miriam dejó de asistir a la facultad.

Paralelamente a todo esto, se encontró con Patricia Palazuelos, hija de Néstor Palazuelos, Brigadier de Fuerza Aérea Argentina, una ex compañera del Nacional Buenos Aires. En 1976, Patricia era militante de Montoneros junto a su compañero con Eduardo Giorello, el mejor amigo de Juan Eduardo Estévez. Los compañeros de militancia de Miriam le avisaron que Patricia había participado de un operativo importante: la colocación de un explosivo en el Edificio Cóndor. Acto seguido, Miriam debió abandonar definitivamente su hogar ya que, con certeza, los militares irían por ella mientras buscaban a Patricia.

Eso es exactamente lo que ocurrió ya que en una de las llamadas que Miriam habitualmente hacía desde la clandestinidad hacia su casa, su mamá le dijo: “Acá hay unos señores que te quieren hacer unas preguntas y después te van a dejar ir”. Miriam, por supuesto, cortó inmediatamente el teléfono. Ella, por aquellos años, vivía en una pensión pobrísima en Ciudadela junto a una compañera militante.

Buscando a Lewin y a Palazuelos, los militares llegaron a Norma Matsuyama. La asesinaron, luego de un tiroteo en su casa de la calle Nueva York 2825 junto a su pareja Eduardo “Tito” Testa y a una adolescente uruguaya de 16 años de edad embarazada de nombre Adriana Gatti.

Lewin huyó de la pensión y recayó en Villa Madero, partido de La Matanza. Allí habitó una casa muy precaria junto a Estévez. Sólo viviría 17 días en ese lugar. Paralelamente entró a trabajar (obviamente “en negro”) en una fábrica de muebles de Lomas del Mirador. Una vez, mientras llamaba desde un teléfono público a la casa de sus padres, notó la presencia de un hombre que la venía siguiendo. Miriam, para evitarlo, subió a un colectivo. Pero el hombre se subió detrás de ella. Instantes después, en la concurrida parada de la Avenida Crovara, Miriam se tiró del colectivo antes de que la puerta cerrara. Y el “perseguidor”, se arrojó tras ella. Una vez en la vereda, el hombre (que ya tenía tres acompañantes más) le gritó: “¡Policía!” y la tackleó. Ella intentó meterse en la boca una pastilla de cianuro para no ser capturada viva pero se la sacaron antes de que la pudiera tragar. Segundos después, la metieron en un vehículo Ford Falcon color bordó.

 

El secuestro  

Era el día 17 de mayo de 1977. Miriam se encontraba en un auto siendo secuestrada, mientras le dijeron: “¡Qué suerte que te tenemos! Sos una hija de puta, por culpa tuya hace mucho que no tenemos días de franco”. La llevaron a una comisaría (aparentemente la 44º, ubicada sobre Av. Rivadavia) y allí la picanearon, amenazaron con violarla, le aplicaron el submarino seco y le dispararon en la sien con un arma descargada, jugando a la ruleta rusa. Le preguntaron por Patricia Palazuelos. Le repetían incesantemente: “¿Dónde está?”. Miriam realmente no sabía donde podía estar Patricia. Pero, más tarde, les dio una dirección falsa para poder ganar tiempo ya que no aguantaba más la picana eléctrica. Segundos después la subieron nuevamente al auto y la llevaron a “marcar” la casa.

Miriam los llevó a una zona cercana a las calles Nazca y Álvarez Jonte. Les dijo: “Una vez yo vine a una casa de un amigo del Tano acá y creo que Patricia puede estar en este momento acá”. Los militares no encontraron nada, entonces decidieron trasladarla a la casona de Virrey Cevallos 628/630/632. Allí comenzaría una estadía de varios meses.

Lo primero que hicieron los represores es meterla en una de las celdas que Cevallos tenía en el primer piso. Allí la dejaron junto a un guardia que después de un tiempo comenzaría a hablarle. A ese guardia lo llamaban el “Sota”. Luego vinieron varios más y le levantaron a Miriam el antifaz para que pueda ver. Allí notó que los represores eran jóvenes y que no eran diferentes visualmente a los militantes. “Si nos queremos infiltrar, nos tenemos que parecer a ustedes”, reían jocosamente.

Los días siguientes Miriam habló frecuentemente con el “Sota”. Él le leía la Biblia. Ella le preguntaba por qué si cree en Dios sostiene que torturar está bien. El “Sota” decía que a la violencia la empezaban los militantes. La relación que tuvieron los dos durante el cautiverio en Cevallos fue buena, pero en un momento, luego de la fuga de Osvaldo López, el “Sota” acusó a Lewin ante sus superiores de haberle brindado información al fugado.

Miriam nunca fue torturada en Cevallos y se le permitió efectuar llamadas a su familia (sin decir que estaba secuestrada, sino que seguía en la clandestinidad). Sin embargo, estaba muy angustiada porque no sabía qué harían con ella. Eso hizo que adelgace muchos kilos.

Paralelamente Miriam comenzó a notar algunas cosas del funcionamiento de la casa. Veía que las cajas de la comida que le daban provenían de la pizzería “La Pipa de mi Papá” y de “Cachavacha”. También escuchaba referencias al playón de estacionamiento del Departamento Central de la Policía Federal. Allí estacionaban los autos los represores cuando no había lugar en el garage de Cevallos. Alguna vez también escuchó un  comentario acerca de una “ferretería de la calle Chile antes de llegar a Santiago del Estero”. Por todos esos datos, Miriam comenzó a inferir que se trataba de una casa situada en la zona de Monserrat. Pero no sabía exactamente dónde estaba.

 

Entre los represores, Lewin vio al “Sota”; a “Quique” (hermano del anterior); al secuestrador (un hombre de pelo castaño, tez blanca y cara de niño); a uno que ella llamaba “el Socialista” (porque él comentaba que su padre era simpatizante de ese Partido); a un quinto al que le decían “Tato” o “Corazón”, de pelo crespo y bigotes a quien vio mucho después salir de una dependencia de la obra social de Ejército en la calle Santiago del Estero.; y también a un sexto que se apodaba “Charola” y se ocupaba de la Guardia. Un séptimo represor era rubio y joven. Otro que también era rubio y tenía un aspecto de alemán y la cara picada de viruela. Y a un noveno, calvo, que tenía acento mendocino y ojos verdes y parecía uno de los jefes, aunque no el máximo. Es el que durante su tortura le descubrió los ojos  y le dijo “Soy el dueño de tu vida y de tu muerte”. El encargado de la comida en la casa era un hombre con acento correntino, moreno, con cabello grueso  oscuro y lacio.

 

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Vista desde el balcón del 8º piso del edificio lindero a La Casa de “Virrey Cevallos” desde donde puede verse la terraza del ex CCDTyE.

   Miriam pasaba horas hablando con el “Sota” sobre religión. Nadie mas le preguntaba por su militancia pasada. Sospechaba que los represores la mantenían viva para que reconozca a su amiga el día que la localizaran., hasta que un día, en Octubre de 1977, le contaron que Patricia Palazuelos fue abordada en zona Sur en un operativo de las Fuerzas Conjuntas y que después de un enfrentamiento, ya cuando no le quedaban más balas, se encerró en un baño con su novio Giorello y se suicidaron con una granada. Esta era la versión de los represores, que le dijeron que la policía bonaerense había entrado buscando un “chorro”. Poco tiempo después, trasladaron a Miriam a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

 

El después

Miriam Lewin llegó a la ESMA en Marzo de 1978 y allí confirmó que había estado anteriormente en algún lugar relacionado con la Aeronáutica. Todos le decían “vos sos la chica de Fuerza Aérea”. En la ESMA, además, Lewin notó que Emilio Eduardo Massera estaba organizando su proyecto político y que utilizaba trabajo esclavo del CCDTyE para sostenerlo. Ella fue obligada a sumarse como traductora y compiladora de prensa, primero dentro de la ESMA, luego en el Ministerio de Bienestar Social (por entonces a cargo de la Marina) y finalmente en unas oficinas de la calle Cerrito que Massera había adquirido para su futuro partido. Ya para esta última etapa Lewin vivía en el barrio de Núñez, en un departamento que los represores le obligaban a alquilar. Vivía bajo un sistema de “libertad controlada”: no podía elegir de qué trabajar y dónde residir, pero podía transitar por la calle “libremente”.

 

Un día, embarazada, mientras iba al centro de la ciudad en el subte, se encontró por azar con uno de los represores de Cevallos. El hombre la invitó a tomar un café, el cual ella aceptó (tiempos de ausencia del libre albedrío en el país).  Se trataba del “Sota”, el joven religioso que oficiaba de guardia en la vieja casona. Él le preguntó qué estaba haciendo de su vida. Y ella respondió que está muy abocada a su embarazo y que planeaba una nueva vida fuera del país. Él le sugirió volver a estudiar. Y ella le contestó que tal vez Sociología sería una buena carrera. “Siempre metiéndote en problemas vos”, le espetó el represor riéndose. El Sota le dio a entender que seguía “trabajando” en Cevallos, pero que soñaba con convertirse en Ingeniero Aeronáutico. Le hubiera gustado construir aviones. Se dedicó a ser represor y asesino…

Hoy, Miriam Lewin, es una notable periodista y luchadora incansable en defensa de los Derechos Humanos.

 

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Miriam Lewin

       Próxima entrega: Recuperación de la Memoria – Conclusiones

Sobrevivientes del horror: Vilma Gladys Aoad

VILMA GLADYS AOAD

A Vilma Gladys Aoad la secuestran en el barrio de Mataderos, en la casa de su novio de entonces. La noche anterior la habían ido a buscar a la casa de su madre en José C. Paz -pcia. de Bs. As.- Fuerzas Conjuntas. “Mi hija no está” – les dice su madre a los hombres vestidos de civil – “está en la casa de su novio en Mataderos”, y les brinda la dirección. (…) “Habían copado la manzana de la casa de mi mamá a las 8 de la mañana, se habían apostado en las casas de los alrededores.»

Al día siguiente, a las 17.30hs., su novio y su hermano llegan de trabajar y le dicen a Vilma que hay unos tipos abajo preguntando por ellos. Mientras Vilma escucha atemorizada, el timbre de la puerta rompe el el silencio y esa tensa calma que antecede a horror. Quien baja del departamento del segundo piso es el suegro de Vilma, preguntando “Quién es?”, del otro lado responden a los gritos: “¡Fuerzas Conjuntas, abran la puerta!” , al abrir la puerta ingresan entre 15 y 20 hombres de civil con chalecos antibalas, armas cortas y largas, uno de ellos se acerca a Vilma, la identifica y separan a Jorge (su novio) y al hermano de éste contra la pared. Los dos que dirigen el operativo, uno morocho (“el malo”) y otro de bigotes, alto (“el bueno”), de alrededor de 50 años, mientras que el resto de la patota tendrían aproximadamente entre 20 o 25 años, todos parecían estudiantes universitarios.

Le preguntan a Vilma: “¿Dónde está Osvaldo?” (hacia dos años que se habían separado, habían sido novios durante un período de tiempo). Vilma sabia que a él lo habían secuestardo, porque cuando éste se fugó de “Virrey Cevallos” se dirigió a Jose C. Paz y se encuentra con la madre de Vilma, quien lo encuentra a López “muy desaliñado, muy mal… Hija, ¿por qué no lo llamás o lo vas a ver?”. Pero, Vilma no comprendía por qué motivo habría de ir a ver a Osvaldo si hacía dos años que estaban distanciados…

Vilma le dice a la patota: “Sobre Osvaldo no sé nada, les juro que no sé nada…”.

Aoad no militaba, sólo había distribuido, hasta 1975, publicaciones del PRT (“Partido Revolucionario de los Trabajadores”) en su lugar de trabajo, donde compañeros militaban allí en ese Partido. Un amigo de ella: Osvaldo Rosón (militante del PRT) quien ya estaba en la clandestinidad perseguido por las Tres A, era, a su vez, amigo de Osvaldo López, quienes tenían como amiga en común a Vilma.

(…) “También me preguntaban el grado militar de Osvaldo López, porque él era militar, y yo decía: “Cabo” (en realidad era cabo 1ero, cosa que me enteré en la cárcel de Devoto en 1978)”. López era cabo 1ero de la Fuerza Aérea, de la Base Aérea Militar Mariano Moreno de José C. Paz.

“Yo sabia que a Osvaldo Rosón lo habían matado y que lo habían tirado de los “vuelos de la muerte””.

Finalmente meten a Vilma en un auto y al novio y a su hermano en otro vehículo. Cuando llegan a la esquina, la encapuchan y la tiran al piso del automóvil. Hacen un tramo sobre empedrado. Directamente la llevan al CCDTyE “Virrey Cevallos”. La dejan alojada en la Planta Baja abajo en Cevallos, la sientan en un sillón al lado de un escritorio con una máquina de escribir. A las pocas horas traen al cuñado y a su hermano, a quienes liberan en ese momento. A ella la dejan toda la noche en el sillón esposada en manos y tobillos. A la mañana siguiente la introducen en un vehículo, y escucha una voz potente, como de ultratumba que le dice a otro: “a ésta preparala para la parrilla porque sabe más de lo que dice”. Esto ocurrió el 26 de Julio de 1977.

(…) “El 28 de Julio no me dan de comer ni de beber nada, tirada en un sillón de la Planta Baja y me sacan a empujones, llevándome a otro lugar con 4 radios en distintas emisoras con un volúmen muy fuerte y uno de los tipos me grita: “¡Sacate toda la ropa y sentáte enel piso!”, en ese momento siento los flejes de bronce del eslástico de una cama, me atan los pies y las manos a las puntas con cables, ahí siento la primer descarga eléctrica y me ponen una almohada en la boca para que no se escuchen mis gritos; con lo cual además de la electricidad me ahogaban. Me preguntaban siempre sobre López y yo nunca les dije nada… me dieron dos descargas fuertes más y me quedaron los flejes marcados en la espalda un buen tiempo. Luego, me llevan a una sala, sentándome hacia una pared, ya sin la venda… no podía ver nada, estaba prácticamente ciega por la electricidad de minutos atrás. Los tipos me decían: “Si vos te sentís mal te llamamos a un medico”. Pero yo no veía nada y tenía mucha sed, me decían: “Ya te vas a sentir mejor” –  “¡Pero tengo sed!” –  “Lo que sentñis es por la picana, con las descargas el cuerpo libera glucosa y por eso tenés sed, pero si te damos agua reventás como un sapo”.

Al día siguiente, un hombre de unos 60 años, le dice a Vilma: “Vos te vas a ir de acá, te vas a olvidar de todo lo que viste y oíste, vas a seguir tu vida normal, es más… acá no pasó nada”. La sacan vendada en el asiento trasero de un automóvil a las 22hs. y la dejan en San Miguel.

El 3 de Agosto de ese mismo año vuelven a secuestrarla, esta vez en la casa de su madre:  “’Nos vas a acompañar unas horas’”, me dijeron. Eran los mismos tipos del primer secuestro. “Nos vas a contar lo que pasó en estos días”. Me llevan de nuevo a Virrey Cevallos. Allí me dicen que escriba lo que yo les había contado, como lo conocía a Osvaldo López, etc., en un momento nombraron a una tal LILIANA (secuestrada supuestamente en el mismo ex Centro de Detención), estuve solamente unas horas, cuando me vuelven a vendar para meterme en el piso de otro vehículo y me llevarme hasta  San Miguel, me obligan a subirme a un colectivo y me dicen que me vuelva a mi casa”.

El último secuestro lo sufrió el 5 de Agosto, dos días después del anterior, pero en esta ocasión lo hacen con otra “actitud”, no eran las mismas personas, quienes le dicen: “Nosotros queremos ayudarte, venimos a que nos acompañes, nosotros venimos acá como amigos tuyos; si tenés algún problema nos decís y te vamos a ayudar. Ponete un abrigo y acompañanos, porque sino… te llevamos a la fuerza”. Mientras le dicen a su madre que la vana  trasladar a la Comisaría 46º del barrio de Retiro.

(…) “Me llevaron a cara descubierta, saludaron y entramos, en una oficina que decía: “PROHOGAR”. Allí me pusieron frente a un escritorio, un tipo se quedó al lado mío y al día siguiente llegó un Juez Militar. Le cuento lo que decía siempre sobre Osvaldo López y Rosón, y me responde: “Mire, Ud no puede poner esa declaración”. Entonces, el Juez escribe que Rosón me amenaza de muerte para que yo le presente a López, cosa absolutamente falaz, y así quedó mi declaración. Un día después, el 7 de Agosto, aparecen autoridades de la comisaria y en un cambio de guardia, el comisario se manda y me pide mi nombre y apellido, y los milicos lo increpan gritándole: “¡Vos no podés estar acá, tenés que salir!” Mientras lo sacan a empujones el comisario les grita: “¡Yo no quiero problemas, yo la quiero acá legal, sino se van todos!”.

(…) “Me sacan de la comisaria y vuelven a llevarme a Virrey Cevallos donde me tienen secuestrada hasta el 15 de Agosto, cuando, finalmente me llevan a la cárcel de Devoto, donde estuve hasta 1980, pero recién me reconocen como detenida legal a partir del 17/8/77. Recién reconozco el ex CCDTyE de Virrey Cevallos en 2009”.

 

El reconocimiento de Virrey Cevallos

“Mi mamá vio a Osvaldo López con Miriam Lewin en 2004 en tv cuando estaban por vender La Casa. Ahí le dije a mi mama que ese era el lugar, seguramente donde yo, había estado. En 2009 empiezo a estudiar abogacía, y me ubica por Facebook  Leonardo Surraco, un sociólogo que trabaja en el IEM. Me dice que me ubicaban por Osvaldo López, y me comentan que están buscando a sobrevivientes de Virrey Cevallos”.

(…) “Cuando entré por primera vez empecé a hablar como un loro, no paraba de hablar, muchas cosas estaban igual, por ejemplo el portón”.

Vilma no recuerda el nombre de ningún represor, pero asegura que en Cevallos había un funcionamiento donde había un registro. “Ellos –los militares- tenían registro de todo lo que hacían dentro”. También asegura que nunca vió ni escuchó a otros detenidos en ese ex CCDTyE. Sólo recuerda el nombre del Juez Militar quien le tomó declaración en la Comisaria 46º del barrio de Retiro, se apellida: Rossi.

En la cárcel de Devoto le “dibujan” una causa, y permanece detenida hasta 1980.

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Vilma Aoad

Próxima entrega:  Miriam Lewin

Sobrevivientes del horror: Osvaldo López

OSVALDO LÓPEZ

Osvaldo López militaba en el PRT (“Partido Revolucionario de los Trabajadores”) y era cabo 1ero. de la Fuerza Aérea Argentina.  Para 1977, vivía en la localidad de San Miguel, en el Gran Buenos Aires.

Recuerda que, al momento de su secuestro, el 15 de julio de 1977, se encontraba dentro de su auto frente a la plaza de San Miguel. Esperaba a su pareja. Cuando ella llegó e ingresaban al auto “le caen”. Los encapuchan y los cambian a otro vehículo para luego trasladarlos a algún lugar por la zona de Morón. Si bien no puede establecer el lugar exacto, cree que no fue “Mansión Seré” (otro centro de detención ubicado en los límites entre Morón e Ituzaingó), aunque posiblemente haya sido la sede de la RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires). Allí, los separan y son torturados.

Por la madrugada, ella es liberada, mientras a él lo llevan al Centro Clandestino “Virrey Cevallos”, donde permanece una semana en cautiverio.

A Osvaldo lo secuestran acusándolo por un atentado con explosivos que se había producido en la 8va. Brigada y de sus secuestradores sólo pudo reconocer al apodado “Coronel”, el mismo que nombra José Oscar Osuna y, al igual que en aquél caso, éste era quién dirigía el operativo.

Permanece una semana en La Casa hasta que logra fugarse saltando una de las paredes por el pulmón de manzana. Minutos antes de su fuga intentó liberar a una muchacha que estaba en una celda frente a la suya. Pese a los intentos desesperados no logra romper las cadenas de la puerta y emprende la huida al escuchar ruidos de la guardia nocturna. Tendrán que pasar más de 20 años para que se entere que aquella muchacha sobrevivió y que su nombre es: Miriam Lewin.

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Techo y pulmón del ex CCDTyE por donde trepó Osvaldo López para fugarse del horror.

 

Así, emprende la fuga, saltando hacia la calle México por sobre el techo de un taller mecánico. Desde allí corre en dirección a la Av. 9 de Julio y regresa a su domicilio en la localidad de San Miguel. Al llegar, su padre le aconseja que se presente ante la Justicia. De este modo, Osvaldo acude a presentarse y, sorpresivamente, el juez actúa con las garantías pertinentes. Se convierte en un preso legalizado por el PEN (Poder Ejecutivo Nacional) en la cárcel de Devoto. La condena del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, con fecha 23 de noviembre de 1978, es de 24 años de prisión y penas accesorias de inhabilitación absoluta y degradación. Pese a la vuelta de la democracia en 1983, permanecerá casi 10 años preso, para ser liberado finalmente en noviembre de 1987.

Una vez en libertad comienza a militar en Organismos de Derechos Humanos.  Hoy en día coordina el ex CCDTyE «Virrey Cevallos» y continúa fomentando la búsqueda de Justicia, Verdad y Memoria.

 

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Osvaldo López

          Próxima entrega: Vilma Gladys Aoad

 

Sobrevivientes del horror: José Oscar Osuna

SOBREVIVIENTES DEL HORROR

 1.    JOSÉ OSCAR OSUNA

(Fecha de secuestro: 27/02/1977)

2.    OSVALDO LÓPEZ

(Fecha de secuestro: 15/07/1977 hasta el momento de su fuga el: 22/07/1977 Luego de entregarse y queda detenido en la Unidad Penitenciaria de Devoto desde el 23/11/1978 hasta el 21/11/1987)

3.    VILMA GLADYS AOAD

(Fecha del 1er. Secuestro: 26/07/1977 hasta: 29/07/1977 – Fecha del 2do. secuestro: 03/08/1977 la liberan el mismo día horas más tarde – Fecha del 3er. secuestro: 05/08/1977 hasta: 15/08/1977. Trasladada a la Unidad Penitenciaria de Devoto hasta 1980)

4.    MIRIAM LEWIN

(Fecha de secuestro: 17/05/1977 en Marzo de 1978 es trasladada a la “Escuela de Mecánica de la Armada” hasta su liberación en 1981)

 

   JOSÉ OSCAR OSUNA

A José lo secuestran en su domicilio en el barrio porteño de Constitución el 27 de Febrero de 1977. Los captores estaban todos vestidos de fajina. El único que estaba de civil era uno al que le decían “Coronel”, un ser nefasto de unos 40 años de edad, bien vestido y peinado a la gomina. Este hombre era el jefe del operativo y era el encargado de llamar para ver si el suegro de Osuna – que no quería dejar a José solo ya que se olía «algo raro» – podía “acompañar” al Grupo de Tareas. Lo autorizan. Minutos después, el GT sale a la calle.

Al suegro lo suben a un Ford Falcon. Y a Osuna lo introducen, golpes y empujones mediante, en un Renault 12, lo tiran al piso y le pisan la cabeza. Ambos coches llegan finalmente al Departamento Central de Policía.

Mientras están allí, el suegro comienza a hacerles preguntas a los policías que rondaban los pasillos: “Quiero saber por qué lo trajeron”, decía ya intranquilo. Le responden: “Por robo, viejo, por robo”. “Si está por robo, ¿por qué no lo llevan a la división “Robos y Hurtos”, en lugar de traerlo acá?”. La respuesta de los uniformados es tajante: “Mirá viejo, ya sabés donde estás así que tomátelas si no querés ser boleta igual que él”.

Cuando llega la noche, el interrogatorio parece llegar a su fin. Vuelve el jefe apodado “Coronel” y también el chofer apodado “Mimí”. Osuna recuerda que todos tenían sobrenombres; además de los mencionados “Coronel” y “Mimí” había uno al que le decían: “Petizo”, quien fue el que le pone una ametralladora mientras José, nerviosamente y colmado de terror intentaba cambiarse en el pequeño baño contiguo a la habitación de su casa horas antes.

Lo llevan al Departamento Central de Policía, donde lo esposan y lo meten en un auto marca Ford Falcón, color amarillo, allí pudo distinguir que todas las patentes terminaban en 1. Lo encapuchan. Una vez que el auto arranca, haciendo chillar sus frenos de muerte, José asegura: “Veo el giro del auto -a uno cuando lo encapuchan los ojos te titilan, los destellos de las luces las ves igual- el Falcon habrá hecho 20 o 30 metros y giró a la izquierda” (…) “200 o 300 metro más adelante, pone el giro otra vez a la izquierda y sube un cordón. Uno se da cuenta que el auto acelera para que suban las ruedas de atrás. Ahí entró en una especie de garaje o galpón”.  

Militancia en los 70

Será en la calle Solís 777, cerca de 1971, donde comienza a dar sus primeros pasos en la militancia política. Por aquellos días pertenecía a la Juventud Peronista, su referente y compañero era Casildo Herreras. Al momento del secuestro no estaba militando debido a la muerte el 1º de Julio de 1974 de Juan Domingo Perón y según dice “teníamos a todos los militares encima”. Su referente “se había borrado”. Isabel Perón había sido derrocada y las unidades básicas ya no existían más.

Condiciones del secuestro

El 27 de Febrero de 1977 él estaba con su esposa en el dormitorio de su casa, en un cuarto piso de una antigua casa. Era un día de fuertes lluvias. En medio de relámpagos alguien tocó el timbre. Su mujer fue a mirar quién era. No estaba sobresaltada, pensaba que era simplemente algún vecino. José permanecía en el cuarto y minutos después percibió que su esposa se aproximaba con cara de preocupación. “Dicen que son policías pero están vestidos como militares”. Acto seguido, Osuna se acercó a la mirilla y vio que los hombres tenían unas armas tremendas, parapetados en la puerta, sobre la escalera caracol y en el ascensor jaula que por esos años era muy común en estas edificaciones. Se escuchó una voz gruesa, que desafiaba a los truenos de esa noche: “¡Policía, abra la puerta! ¡Tenemos orden de allanamiento!”.  El papá de la mujer, quien convivía con ellos en otra pieza de la misma propiedad, le aconsejó a Osuna: “No les abras”. Segundos después resolvieron abrir igual, por temor a que tiraran la puerta abajo.

Así es como ingresa el grupo de tareas al interior de la casa. Lo primero que hacen es pedir los documentos de todos. Minutos después señalan a José Osuna y le dicen “A vos te venimos a buscar”. Paralelamente, buscan información por todos los rincones de la casa. Rompen  colchones, almohadas, camas. Luego, deciden llevárselo. Lo acompañan al baño a cambiarse y en ese momento le dicen: “No te hagas el loco, hijo de puta, porque sos boleta y los limpiamos a todos”. 

(…) “Toda la vida usé zapatos, primero siento debajo de mis pies un piso de cemento o baldosa porque uno “escucha” con el taco del zapato” (…) “Después paso a un piso de madera, que eran listones… te dabas cuenta que el parqué es firme y el listón es más flojo”.

 

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Patio interno del ex CCDTyE, donde se ubica una escalera empinada que finaliza en unos calabozos.

(…) “Después camino por un patiecito u otra parte de baldosa o cemento y desde ahí me hacen subir la escalera donde había un tipo de nombre: Juan Crisóstomo Alcaráz, nunca me lo olvidé porque nosotros memorizábamos teléfonos, direcciones, todo… Él vivía en un conventillo en la calle Venezuela y Defensa, en el barrio de San Telmo”

(…) “En ese momento mi profesión era técnico electricista, hacía dos o tres años que me había recibido pero no ejercía el oficio, me mostraban unas cositas redondas y me decían que yo armaba eso. Me di cuenta que eran bombas, con cablecitos y relojitos; pero siempre mirando ahí, el artefacto, me levantaban la capucha y me hacían mirar sólo el objeto, me encapuchaban nuevamente y me pagaban y nunca podía ver quién era”.

(…) “Comíamos siempre la parte de atrás de la pizza y a veces, una milanesa podrida y mate cocido que yo creo que le metían algo que era lo que te atontaba, a mí nunca me dieron picana, ni tampoco me dieron de tomar pastillas”.

(…) “Me dí cuenta que la puerta del baño era de chapa porque podía tocarla, ya que me sacaban las esposas para entrar al baño, aunque no así la capucha, la puerta estaba entreabierta. Inclusive había una bañera. Cuando me higienizaba tenía que tirar una cadena, yo tenía la costumbre de hacerlo dos veces, entonces los milicos me cagaban a patadas”.

(…) “Un día me metieron en un ataúd, en el segundo piso. Había uno al que le decían “el Sapo”, a ese le vi la cara, está detenido en España. Lo llamaban de ese modo porque era igualito a un sapo: gordo con la boca ancha, morocho, de pelito corto”. (…) “Escuchó, entonces, que un milico le dice a otro: ‘tirálo… total si cae desde acá se mata solo’, por eso, calculo que estaba en un segundo piso” (…) “Antes de que me metieran dentro del ataúd, me levantan la capucha y me dicen: ‘miralo bien, con esto te vas para el Río de la Plata’. Ahí sí, pensé: soy boleta”.

(…) “Me tuvieron veintisiete días y me largaron el 28 de Marzo. Ese mismo día me hacen escuchar gritos desgarradores de una mujer, y me dicen: ‘esa que grita es tu vieja, la trajimos desde Entre Ríos, vos vas a confesar’. Al rato la mujer deja de gritar y empiezo a escuchar gritar a un hombre y me dicen: ‘Y ese es tu papá’. Esto me estremeció el alma y les supliqué: “Mire, dígame qué le firmo, pero, por favor, a mis viejos no me los toque, ellos no tienen nada que ver”. Lo único que recibí fue un tortazo que me tiró contra la pared y me llevaron a la celda hasta la noche que fue cuando me sacaron en el baúl de un auto”. (…) “No eran mis viejos. Nunca supe quiénes eran esas dos personas pero ellos siempre traían gente que torturaban y ponían la música fuerte para que no se escucharan los gritos, inclusive traían perros grandes a la noche”.

 

Próxima entrega:  OSVALDO LÓPEZ

«Los años posteriores» – «La masacre de la calle Nueva York» – «Otros secuestros llevados adelante por la patota»

Los años posteriores

Veinte años después de que el país alcanzara la democracia, en 2003, se inició la causa del ex CCDTyE en el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nº3, actualmente a cargo de Dr. Daniel Rafecas. El objetivo es el de identificar a los responsables del lugar y a quienes participaron bajo sus órdenes como miembros de los Grupos de Tareas.

Como primer antecedente de importancia puede señalarse la causa, a cargo de la Jueza Dra. Amelia Berraz de Vidal durante los años ‘80, de la casa de Franklin 943, de los mismos dueños que Virrey Cevallos, los hermanos Río.

Como segundo antecedente pueden señalarse las declaraciones como testigos de los represores Julio César Leston y Jorge Ángel Cóceres en 2002, 2006 y 2011, en causas por apropiación de menores. Ambos trabajaron en RIBA y fueron reconocidos por sobrevivientes de Cevallos mediante fotografías que les fueron exhibidas en el expediente a cargo de Rafecas.  Leston y Cóceres declararon en la causa de robo de bebés por primera vez en 2002, es decir, antes de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En ese momento, además de aportar información sobre los apropiadores de niños (entre ellos Juan Carlos Vázquez Sarmiento, un antiguo compañero de RIBA con el que no tenían buena relación), ambos se autoincriminaron en los secuestros y traslados de Graciela Tauro y Patricia Roisinblit. Luego del cambio de la legislación, en 2003, siguieron testificando, pero con el cuidado de no autoincriminarse. De hecho, en una audiencia de 2011, la Jueza Dra. María del Carmen Roqueta tuvo mucha precaución al momento de permitir la lectura en voz alta de fragmentos de la declaración de 2002.

El Juzgado Federal exhibió a los testigos, sobrevivientes del ex CCDTyE, fotografías de los represores que actuaron en «Virrey Cevallos», arrojando resultados sumamente alentadores para el proceso judicial.

Hasta el día de la fecha, no hay detenidos ni condenados por lo que ocurrió en este CCDTyE. En el tercer piso de los Tribunales del barrio de Retiro, en Comodoro Py 2002, la causa suma tomos y fojas de información. Son siete enormes carpetas apiladas. Relaciones, listas, testimonios, pedidos de legajos, etc.. No deja de ser paradójico el hecho de que las órdenes que dieron lugar al horror salieron seguramente de un edificio que se encuentra muy cerca de allí, a sólo dos cuadras. Se trata del Edificio Cóndor, sede del curso de capacitación inicial y de las reuniones en donde todo se decidía. La justicia, con todas las garantías que una democracia puede dar, avanza firme aunque lenta ante la barbarie del pasado.

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Hoy en día dentro de ex CCDTyE «Virrey Cevallos».


La Masacre de la calle Nueva York

Norma Matsuyama era una estudiante del colegio Nacional Buenos Aires. De padre japonés, madre argentina y origen social humilde, era muy inteligente y parecía mayor por su madurez. En el Nacional conoció a Miriam Lewin. Juntas (tenían 13 y 14 años) militaron durante un tiempo en el anarquismo, pero poco después se pasaron al peronismo. Antes de finalizar la escuela secundaria, se “proletarizaron”, es decir, se anotaron como operarias en una fábrica de lamparitas para automóviles en  el barrio de Villa Lugano, junto a otras compañeras. Allí lograrían, en poco tiempo, sindicalizar a todo el personal.

En el año 1977, Patricia Palazuelos -otra amiga de Miriam Lewin y compañera del Nacional Buenos Aires, también militante, e hija del Brigadier Néstor Palazuelos- participó de la colocación de un explosivo en el Edificio Cóndor y desde ese momento comenzó a ser buscada insistentemente por el grupo de represores que actuó en Virrey Cevallos.  La Fuerza Aérea consideraba una afrenta gravísima que la hija de un alto oficial militara en las filas del “enemigo”. Por eso, el esfuerzo puesto en la detección de Patricia, que estaba en la clandestinidad, era denodado. Para llegar a Palazuelos, los represores siguieron la pista de Miriam. De este modo, ocuparon la casa de la familia Lewin. “Hija, acá hay unos señores que te quieren hacer unas preguntas”, le dijo su madre en una conversación telefónica. Acto seguido, Miriam cortó el auricular de los viejos teléfonos públicos hongo color naranja de Entel, atemorizada y confirmando la sospecha de que estaban tras ella y su amiga, con la que ya no tenía contacto.

Miriam tomó conciencia de que a través de su casa, y buscando a Patricia, los militares podían  llegar a Norma Matsuyama. Norma, de 18 años, embarazada a término, en ese momento vivía con su pareja, Eduardo “Tito” Testa, también militante peronista. Ocupaban un PH a la calle, con terraza, ubicado en la calle Nueva York al 2825, en el barrio de Agronomía. Miriam intentó comunicarse con Norma para advertirle, pero no sabía cómo, porque la vivienda estaba “compartimentada”. Así es como decidió llamar a la casa de los padres, en el barrio de Floresta. El teléfono de los Matsuyama fue atendido por un hombre que a las claras no era el padre de Norma, sino alguien que se hacía pasar por éste. Los verdaderos padres de Norma estaban en ese momento detenidos ilegalmente. Su mamá, Angélica Goyeneche, llegó a permanecer quince días encarcelada en una comisaría (“quedaba cerca de la Aduana, yendo para La Plata”, recuerda hoy la señora). Allí, interrogada acerca de Norma y de su otro hijo militante Luis (secuestrado en esa época y actualmente desaparecido), fue víctima de torturas con picana eléctrica. Miriam pensó que alguien debía avisarle a Norma, para que no fuera al domicilio de sus padres porque, como a ella, la estaban esperando. Es por eso que Lewin, con su novio y compañero de militancia, Juan Eduardo Estévez, decidieron ir personalmente a rastrear la casa de la calle Nueva York, donde habían estado una sola vez, y habían llegado tabicados, es decir mirando al suelo. Lo hicieron a la madrugada siguiente, porque durante la noche arreciaban los operativos de identificación conocidos como «pinzas».

Cuando llegaron a la zona, comenzaron a percibir que había cintas plásticas cercando las veredas. Una vecina les advirtió que no se acercaran:  “Hubo un enfrentamiento a la noche – les dijo – y mataron a una pareja”. Instantáneamente se dieron cuenta de que se trata de Norma y Tito. Pero… había una tercera víctima: Adriana Gatti, de 16 años de edad, uruguaya, también embarazada, que murió horas después en el hospital Alvear a raíz del tiroteo producido por las Fuerzas Conjuntas con todo su arsenal.

Al día siguiente, el 9 de Abril de 1977, la noticia se publicó en la tapa del diario “La Nación”. En la Biblioteca Nacional puede leerse el viejo ejemplar. En letra minúscula, sobre papel ya amarillo, gastado y maloliente, dice: “Efectivos de la Aeronáutica concurrieron a realizar un allanamiento en una vivienda ubicada en Nueva York 2825, pero fueron recibidos con fuego graneado desde el interior de la casa”. El relato continúa: “Los efectivos de la Aeronáutica buscaron refugio en las adyacencias y luego, con la colaboración del Ejército y del Cuerpo Guardia de Infantería de la Policía Federal que llegaron con tanquetas y carros de asalto, rodearon la manzana”.  «La Nación» llega a hablar hasta de dos helicópteros que participan del operativo. Agrega el diario la siguiente información: “Uno de los testigos dijo que en determinado momento se asomó a la calle una de las mujeres gritando que iban a rendirse, pero cuando se detuvo el fuego arrojó granadas contra las fuerzas de seguridad”. Esa mujer, de acuerdo al artículo, murió por la respuesta militar. «La Nación» finaliza: “En la finca, las fuerzas de seguridad encontraron a un hombre muerto y a una mujer herida quien fue trasladada al Hospital Alvear, pero falleció al llegar a la sala de primeros auxilios”.

Lewin leyó las noticias en el matutino la mañana posterior a la masacre y padeció un ataque de nervios. Llamó a su casa y su madre le dijo que aún la estaban esperando “los señores que quieren preguntarle algunas cosas”.  Tiempo después, durante su cautiverio ilegal en la casona de la calle Virrey Cevallos, recibió algunos comentarios de los represores. Ellos le dijeron haber sido los responsables del episodio de la calle Nueva York. Y le agregaron que a Adriana Gatti, que estaba internada en el hospital Alvear, alguien de Montoneros le había desconectado el respirador “para que no hablara” o “cantara” en una sesión de tortura.

En la actualidad, entre los investigadores del tema, existen dudas sobre la versión que los militares/policías dieron acerca del fallecimiento de las víctimas. De acuerdo a investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), entre los que se encuentra Carlos “Maco” Somigliana, las víctimas fueron ejecutadas con tiros de gracia, hechos desde una corta distancia.

Lo peculiar del episodio ocurrido en la calle Nueva York fue la publicación del hecho en el diario “La Nación”. Además, contó con un acta oficial elaborado por Policía Federal. En eso difirió fuertemente de la casi totalidad de los secuestros en donde se trasladaba a las víctimas a los CCDTyE. Seguramente, por la existencia de algún tipo de enfrentamiento y por la muerte de los protagonistas (y no la detención ilegal) es que se decidió hacer público el hecho.

El acta, que hoy puede verse en el expediente de la causa de Virrey Cevallos, dice que lo que ocurrió fue un “operativo antisubversivo llevado a cabo por fuerzas conjuntas”. Está firmado por el comisario de la Seccional nº47: José María Mallea. El acta además afirma que la información provenía de “personal militar de aeronáutica”. También, dice que en el enfrentamiento resultó herido un cabo de nombre Alberto Gaggero (perteneciente a la comisaría nº45), quien fue llevado en primera instancia al hospital Zubizarreta y más tarde al Hospital Policial Churruca.

El episodio de la calle Nueva York es importante ya que en él actuaron los mismos represores que cumplían tareas represivas y asesinas en Virrey Cevallos. A los jefes del CCDTyE pueden imputárseles también estos tres asesinatos. También se los puede culpar de las torturas aplicadas a Angélica Goyeneche, la madre de Norma Matsuyama. Y de la desaparición de Luis, uno de los hermanos de Norma, estudiante de arquitectura y también militante, visto por última vez en la ESMA. Es positivo para su reconstrucción que el operativo de la calle Nueva York fue difundido tanto por la prensa como también plasmado en documentos de la Policía Federal que mencionan la participación de la Fuerza Aérea Argentina.

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Ventanas en el entrepiso del ex CCDTyE, que dá a la calle Virrey Cevallos y desde donde los represores vigilaban y controlaban la cuadra. 

Otros secuestros llevados adelante por la patota

El grupo de represores que habitualmente actuaba en el CCDTyE “Virrey Cevallos” no sólo está sospechado de haber intervenido en la masacre de la calle Nueva York. También se estima cierta vinculación con el asesinato de Patricia Palazuelos y su compañero Eduardo “Tano” Giorello. Y, además, existe una sospecha de que hubo una relación directa con el secuestro de la familia Taub.

Patricia Palazuelos era intensamente buscada por la Fuerza Aérea. Su participación en el atentado al Edificio Cóndor el 5 de Abril de 1977 era el hecho que había motorizado su rastreo frenético. Tanto Miriam Lewin como Norma Matsuyama fueron buscadas como medio para llegar a ella. Hubo incluso secuestros e interrogatorios a otros compañeros de Patricia, tanto del colegio Nacional Buenos Aires como de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde cursaba las primeras materias.

Patricia era hija del Brigadier Néstor Palazuelos, un alto funcionario de la Fuerza Aérea. Había utilizado esa cercanía para poder ingresar con facilidad al Edificio Cóndor, poder estudiarlo y luego colocar el artefacto explosivo. Pertenecía a la agrupación Montoneros y la última vez que vio a Lewin fue en una cita en la estación Libertad del ferrocarril, partido de Merlo – pcia. de Bs. As. – donde le comunicó que no tenía dónde vivir. Por supuesto, ya sabía que estaba siendo buscada y que no podía volver a la residencia de sus padres nunca más.

Palazuelos estaba embarazada de pocos meses en ese momento y se movía de un lado a otro alojándose donde podía junto a su pareja Eduardo “Tano” Giorello. Huía de la persecución de los represores. Sabía que podía caer, porque buena parte de sus compañeros estaban siendo secuestrados. Y que era un objetivo importante.

En Octubre de 1977 murió en el partido de Lanús, zona sur del Gran Buenos Aires. Allí vivió los últimos meses de aquél fatídico año con Giorello, en un inquilinato. De acuerdo al testimonio que Miriam Lewin dice haber escuchado de un represor dentro de Virrey Cevallos, el conventillo fue abordado por la policía en busca de un criminal común. Pero desde adentro, Palazuelos y Giorello respondieron con armamento pesado. Así es como los uniformados comenzaron a sospechar que se trataba de “subversivos”. Acto seguido, concurrieron al lugar las Fuerzas Conjuntas, como en el caso de la calle Nueva York. Tanto Patricia como el Tano resultaron muertos. Según los represores de Cevallos, al terminarse las municiones, los dos se encerraron en el baño y se suicidaron con explosivos.

La condición de hija de un alto funcionario de la Fuerza Aérea no le trajo ningún beneficio a Patricia. Al contrario, los represores le dijeron a Miriam, durante su cautiverio, que “Patricia le había arruinado la carrera” al Brigadier. De acuerdo al testimonio de Lewin, aunque había sobrevivido a dos atentados,  el Brigadier Palazuelos era ingeniero aeronáutico y no estaba relacionado con la represión ilegal, aunque Patricia siempre decía que “seguramente estaba al tanto de lo que pasaba”. Los jerarcas de la Fuerza Aérea  lo culpaban en cierto modo, del atentado al Edificio Cóndor; “No pudo controlar a su hija”, deben haber pensado.

El caso de la familia Taub posiblemente también se encuentre relacionado con “Virrey Cevallos”. Miriam Lewin afirma que en una oportunidad, sus captores le hicieron oír un cassette con una escucha telefónica en idish, el idioma de las comunidades judías del centro de Europa. Por su ascendencia, ellos creían que Miriam podía traducir el mensaje. Pero Lewin no sabía hablar idish, sólo recordaba algunas palabras que le habían enseñado sus abuelas durante su infancia. “No entiendo nada”, le dijo a los represores y éstos, creyéndole, no volvieron a preguntarle sobre el tema.

Atando cabos y recordando algunas de esas palabras que entendía, Miriam piensa hoy que se trataba de una conversación relacionada con la familia del empresario Benjamín Taub, del hotel Liberty, situado en Av. Corrientes y Florida y de la casa de cambio Brasilia, una de las de mayor envergadura del país. A estas conclusiones Lewin arriba porque observa que, de acuerdo a la declaración que Beatriz Taub, hija de Benjamín, hace para el Juicio a las Juntas, hay una coincidencia temporal entre el momento de la intervención telefónica y el secuestro de la familia.

Los represores, aparentemente, sospechaban que Taub estaba vinculado con grupos de izquierda, concretamente con el ERP. Miriam Lewin piensa que los militares habían intervenido el teléfono de Taub para tratar de corroborar los vínculos pero que se toparon con el escollo idiomático ya que los Taub eran judíos y por momentos hablaban en idish. “Delitos de subversión económica”, los llamaban los represores. Entendían seguramente que Taub y el ERP tenían una relación similar a la que se le imputaba por esa época a David Graiver con Montoneros. Es decir, se acusaba a ambos empresarios de origen judío de ser administradores de los fondos de las organizaciones guerrilleras.

Tanto Benjamín Taub como su esposa Flora Burevich y su hijo Guillermo Taub fueron secuestrados ilegalmente por la dictadura. Luego de haber pasado un tiempo secuestrados ilegalmente en lugares como los CCDTyE “Pozo de Quilmes” y «COTI Martínez», los Taub pasaron a estar detenidos legalmente en las cárceles de Villa Devoto y Caseros, condenados por asociación ilícita. Tiempo después, en el año 1983, fueron liberados definitivamente.

La sospecha de Miriam Lewin está fundada por el momento en el que le fue presentada la intervención telefónica. Ese momento es inmediatamente posterior a la detención de los Taub. Sin embargo, no está clara la presencia de la Fuerza Aérea en el secuestro de la familia. Todos los lugares de detención ilegal pertenecían a la Policía Bonaerense. Además, en la declaración que la hija de Benjamín hace en el Juicio a las Juntas se afirma que los captores de la familia pertenecían al Ejército. Sin embargo, hay un dato que es por demás llamativo, en 2000 el ex hotel Liberty pasó a llamarse San-Vul y comenzó a pertenecer a una sociedad que tenía como integrante al brigadier Julio Santuchone, jefe de inteligencia de Fuerza Aérea.  Indudablemente, es una pista a tener en cuenta para dilucidar si la patota de Cevallos participó de más secuestros.

Próxima entrega: «Sobrevivientes del horror»

Segundo Eje: El Grupo de Tareas. Los represores.

La formación de la patota

Año 1976. Tardes grises. Almas perdidas. Zombies de las calles. «Hombres robots» como los de «El Eternauta» de Héctor Germán Oesterheld. El Golpe Cívico-Militar ya había sido consumado. Un hombre de unos 30 años de nombre Julio César Leston era convocado para realizar un curso de “Inteligencia”, en el Edificio Cóndor. El hombre, un empleado de la Fuerza Aérea Argentina, anteriormente había hecho tareas relacionadas con los radares en la localidad de Merlo, provincia de Buenos Aires. Desde el ‘76 hasta comienzos del ‘77 llevó adelante un curso junto a aproximadamente 40 personas más, donde “aprendió” a perseguir militantes, secuestrarlos y torturarlos. Más tarde, pondría en práctica lo aprendido. La periodista Miriam Lewin, sobreviviente de Virrey Cevallos y ESMA, años después, daría testimonio de ello.

Volviendo a 1976: aunque Leston tenía 30 años, como dijimos, su cara era la de un niño. De cutis blanco y pelo castaño, solía usar camperas de jean, y en verano camisas de esas formales, la de los cadetes de entidades bancarias, muy almidonado, muy acicalado;  con todo esto le era suficiente. Ingresaba al Edificio Cóndor, en Retiro, sede central de Fuerza Aérea Argentina. Acababa de pasar por el frente de las terminales de los ferrocarriles Mitre, Belgrano Norte y San Martín. Sentía la tranquilidad y el sosiego característico de la zona cercana al puerto, allí donde el bullicio del centro porteño comienza a desvanecerse y desaparecer como tantos, como muchos. Se encontraba con unos cuarenta compañeros, a los que saludaba efusivamente, de manera extremadamente exagerada, un tanto rídicula podríamos decir, en la puerta del Edificio Cóndor.

Todos, después del curso, iban a pertenecer a la “Regional Inteligencia Buenos Aires” (RIBA), una entidad que dependería de la Jefatura II – Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina. La tarea original de RIBA, dice Leston hoy, era “recopilar información sobre la parte aérea de países limítrofes, para armar carpetas sobre su potencial aéreo”. Sin embargo, agrega Leston, “a partir de ese curso, se le acopló recoger información también sobre el tema de la subversión”.

El grupo de los 40 caminaba por los pasillos del Edificio Cóndor. En el aula, donde se dictaba la primer clase, Leston conversaba animadamente, mientras avanzaba a paso lento, con Jorge Ángel Cóceres, un hombre de aproximadamente su misma edad. Cóceres, con su pelo ondulado, labios carnosos y contextura fornida, venía desde la zona noroeste del conurbano, del partido de San Miguel. Junto a ellos caminaba Daniel Castrogiovanni, un hombre muy religioso que habitualmente llevaba una Biblia consigo, bajo el brazo, la que leía con avidez. A unos 20 metros, caminaba al frente, cerca de los jefes que indicaban el trazado de los pasillos a las aulas, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, el “colorado”. Ellos cinco, serían reconocidos por sobrevivientes años después como represores que actuaron en el ex CCDTyE Virrey Cevallos.

El caso de Vázquez Sarmiento es muy peculiar. Leston diría años después: “Siempre mantuvo una distancia conmigo porque yo era más antiguo que él en la Fuerza”. (…) “él tenía muy buena relación con los jefes, se podía ver en el trato: mientras a mí me decían: “Leston, venga” a él le decían: “¡Colorado, vení!”. Esa tensión existente entre ambos tal vez explique la presentación de Leston como testigo en 2002, en la que incrimina a Vázquez Sarmiento en una causa por apropiación de menores (en concreto, en la causa que investiga el robo del bebé de Graciela Tauro y Jorge Rochistein, nacido en la ESMA).

Ahora bien, en 1976 nada de eso había ocurrido todavía. Leston y Vázquez Sarmiento ingresaban al aula ubicada en el Edificio Cóndor. Se disponían a prestar atención al docente. En ese instante ingresaba al salón Oscar Sende, el titular de RIBA, y, parándose  frente de los pupitres hacía la presentación del curso: “Inteligencia Aeronáutica”. En realidad, se trataba de una capacitación para aniquilar a quienes pensaban distinto y soñaban con forjar un país para todos.

 

La represión en desarrollo

            “La RIBA no se manejó como Centro Clandestino, tenía su domicilio legal, era una unidad más. Si había alguna detención se la derivaba a comisarías y se la ponía a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Esta frase fue pronunciada por Julio César Leston en 2011, en el marco de su declaración como testigo en la causa “Plan Sistemático de Apropiación de Menores”. La información está desmentida por los sobrevivientes del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”. Tanto Miriam Lewin, como Vilma Aoad y José Osuna afirmarían luego que algunos de los hombres de RIBA fueron partícipes de sus detenciones ilegales. En los tres casos, durante el transcurso de los secuestros, las víctimas estaban “desaparecidas”, es decir, eran personas de las cuales nadie sabía el paradero, sufrían torturas y no contaban con las garantías de la ley, por supuesto. El curso de un año que se había dictado en el Edificio Cóndor contemplaba esa manera de represión ilegal, que era completamente acorde con los métodos que también utilizaban el Ejército, la Armada, la Policía Federal y otras fuerzas de seguridad.

En 1977, se inició la sucia tarea de quienes integraban la RIBA. El primer lugar de acción de los represores fue la VII Brigada Aérea, ubicada en la actual Av. Eva Perón al 2200, en el límite entre las localidades de Morón y Castelar. Poco tiempo después, los integrantes de la Regional Inteligencia Buenos Aires fueron destinados a un edificio ubicado en pleno centro de Morón, en la calle San Martín al 786. Próximo a ese edificio se encontraba “Mansión Seré” (o “Atila”), en Castelar Sur, un CCDTyE que también dependía de Fuerza Aérea. El film “Crónica de una Fuga” (2006) cuenta la historia, basada en el libro “Pase Libre” de Claudio Tamburrini (ex arquero de fútbol del equipo Almagro). Allí relata su escape junto a otros tres compañeros el 24 de marzo de 1978, “Mansión Seré” fue luego demolida para ocultar cualquier evidencia.

La mayor parte de la patota de RIBA pasaba buena parte de cada día por aquella zona, el oeste del Gran Buenos Aires. Sin embargo, en no pocas ocasiones, algunos grupos salían del área para concretar operativos. Éstos consistían en “levantar” o “chupar” personas de sus lugares de trabajo, sus casas, sus lugares de estudio o directamente en la calle a plena luz del día, o cuando la luna se erguía.

La metodología adoptada era comenzar a torturar a los secuestrados minutos después de su detención. A veces esto se hacía en comisarías o en algún CCDTyE cercano al lugar de la captura. El objetivo era obtener así “información fresca” (lograr que “canten”) acerca del paradero de sus compañeros de militancia u otras cuestiones. Aplicando rápidamente picana eléctrica, submarino seco u otros tormentos, habían «enseñado» los jefes en el curso del Edificio Cóndor, se evitaba que los militantes todavía libres notasen la desaparición de un compañero y escaparan de los lugares que frecuentaban a diario. Luego de ello, los militantes eran secuestrados y mantenidos ilegalmente en cautiverio en los CCDTyE por el lapso de días, meses o incluso años, hasta su liberación o «traslado», lo que significaba la muerte y desaparición de su cuerpo en los llamados «Vuelos de la Muerte».

 

La Casona de Virrey Cevallos

El Centro Clandestino Virrey Cevallos, situado en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, estaba manejado por otra parte de la patota de RIBA. Allí, permanecieron algunas de las personas capturadas por los Grupos de Tareas de la Regional. Los secuestrados, luego, eran eliminados físicamente, trasladados a algún otro lugar de detención o liberados. En Cevallos también había una sala de torturas, que fue usada sistemáticamente.

A Miriam Lewin, secuestrada por Julio César Leston y por lo menos siete hombres más en el cruce de la entonces Avenida del Trabajo y General Paz, la torturan en una comisaría de la zona de Liniers y le preguntan por Patricia Palazuelos, amiga suya y acusada de ser la responsable de un atentado con explosivos en el Edificio Cóndor. Luego, finalmente, la llevan al CCDTyE “Virrey Cevallos”, en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, donde permanece durante meses detenida ilegalmente.

Un interrogante que alguien puede hacerse en la actualidad es ¿por qué algunos detenidos fueron enviados al centro porteño y no a los predios de la Fuerza ubicados en zona oeste? Se trata de una pregunta de difícil respuesta. Tal vez haya alguna relación de cercanía entre la ubicación de “Cevallos” y los lugares en donde se producían las detenciones. Pero eso no fue así en todos los casos. Osvaldo López fue secuestrado en la localidad de San Miguel, un lugar que es más cercano a Morón que al centro de Buenos Aires. Lo que sí se puede afirmar es que Virrey Cevallos tiene una peculiaridad indudable: su cercanía con el Departamento Central de la Policía Federal. Sólo dos cuadras los separan. Leston, en el año 2011, afirmaría que entre la gente del Grupo de Tareas había una persona de Policía Federal, y agregaría: “le decían “el gringo” porque era rubio”. Tal vez allí esté la conexión entre Fuerza Aérea y Policía. De cualquier manera, Leston mismo, reconoce que, en los altos niveles de la Regional, había reuniones con jefes militares de todas las armas y con personal jerárquico de las fuerzas de seguridad.  Miriam Lewin también menciona una posible conexión. Afirma en su testimonio que había un integrante del grupo de tareas, delgado, encorvado, moreno y de pelo largo, que se peinaba con raya al medio al que le decían “Charola” y decía ser un hombre de la Federal.

Virrey Cevallos tenía relaciones con el Departamento Central, pero también poseía vínculos con otra dependencia ubicada en el centro porteño. Se trata de una vieja casona ubicada en Riobamba y Viamonte que pertenecía a SIFA (“Servicio de Inteligencia de Fuerza Aérea”), que al igual que RIBA, dependía de la Jefatura II – Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina.

Hoy, un vecino de Monserrat que prefiere permanecer en el anonimato, dice que reconoció en la puerta de ese lugar, durante los años ‘70, a los mismos represores que veía entrar en Cevallos. “Nosotros también trabajamos acá” le dijeron en aquél momento. Así es como Osvaldo López, sobreviviente de Cevallos, arriba a una conclusión provisoria: “es posible que parte de los represores que cumplieron funciones en el CCDTyE hayan sido de ‘SIFA’ (“Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea”)”. (…) “Es decir, que no todos hayan pertenecido a RIBA”.

En la actualidad, todos los represores reconocidos por los sobrevivientes pertenecieron a la Regional Inteligencia Buenos Aires y ninguno a SIFA, pero no se descarta encontrarlos en un futuro cercano.

 

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1)    Entrada de Virrey Cevallos 632

Originalmente esta entrada pertenecía a una casa independiente que ocupaba el segundo piso. A partir de 1971, (año en que los hermanos Río compran la propiedad), es unificada con los otros dos lotes y la puerta es deshabilitada.

 

2)    Entrada de Virrey Cevallos 630

Esta puerta tenía un aspecto similar a la entrada de Cevallos 632. Ese aspecto era típico de principios de siglo XX. Por allí se ingresaba a la Planta Baja. Pero, en 1971, se la reemplaza por un portón que permite la entrada de automóviles. Durante el período de la Dictadura Militar, los Grupos de Tareas ingresaban por allí a los detenidos-desaparecidos.

 

3)    Entrada de Virrey Cevallos 628

Esta puerta, originalmente, pertenecía (como la entrada de Cevallos 632) a una casa autónoma que ocupaba el primer piso. En 1971, se la comienza a utilizar como entrada para los represores que arribaban a pie, es decir, sin automóviles. La escalera de ingreso era vigilada desde una mirilla que tenía la guardia del entrepiso.

 

4)    Garage

Aquí, el Grupo de Tareas, guardaba los autos. Cuando el lugar estaba colmado por los mismos, utilizaban el playón del Departamento Central de Policía, el cual está ubicado a 200mts. del ex CCDTyE, más precisamente en la calle Moreno 1550. Anteriormente a 1971, el garaje, había sido utilizado como hall de la casa de Virrey Cevallos 630.

 

5)    Primer cuarto de PB

Cubierto de azulejos que comenzaron a utilizarse en la Argentina en los años ‘70. Después de la Dictadura Militar fue utilizado como cocina. Sorprende la existencia de muchos tomacorrientes a poca distancia uno del otro. Se sospecha que podría tratarse de un laboratorio, aunque esto no ha sido posible comprobarlo debido a que no hay testimonios de sobrevivientes sobre ese lugar.

 

6)    Sala de interrogatorios

La ex detenida-desaparecida, Vilma Gladys Aoad, fue llevada al lugar. Allí observó máquinas de escribir.

 

7)    Sala de torturas

Tiene un falso cielorraso para evitar filtraciones; aunque, con el paso de los años, éste se fue deteriorando produciendo un agujero, a raíz del agua de las lluvias y tormentas.

 

8)    Baños

Allí eran trasladados los detenidos ilegalmente. Estaban cerca de una pileta-lavatorio, la cual se utilizaba frecuentemente para lavar las ropas.

 

9)    Celdas

Originalmente, eran habitaciones de servicio. Sin ventanas, con lo cual la luz era puramente artificial o permanecían a oscuras. Extremadamente pequeñas.

 

Entrepiso

Ubicado sobre el garage. Fue construido en 1971. A esa conclusión se llega, debido a que durante ese año, baja la categoría de la propiedad, a raíz de la utilización de materiales de menor calidad y pérdida de la unidad arquitectónica, recordemos, como se dijo en anteriores líneas que la casa se trataba de una edificación tradicional de principios de siglo XX.

El entrepiso fue usado como guardia durante los años de la Dictadura Militar. Por sus ventanales, los represores podían observar el movimiento de la calle. Si en alguna ocasión hubiesen sufrido un ataque desde la vereda, podrían haber respondido con facilidad desde allí arriba. Las ventanas aún mantienen sus rejas inclinadas, con agujeros preparados especialmente para apoyar las armas de manera sencilla y disparar sin más.

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10)  Habitación amplia del primer piso

Allí, en una sola ocasión, los represores le hicieron leer un texto a la ex detenida-desaparecida: Miriam Lewin mientras la filmaban con cámaras. Para esta tarea, la obligaron a maquillarse.

 

11)  Cocina

En este lugar, según testimonio de Miriam Lewin, la obligaron a lavar los platos y pudo ver cartones de cajas de la pizzería: “Cachavacha”, ubicada a pocos metros del ex CCDTyE.

 

 

Próxima entrega: «Los años posteriores» – «La Masacre de la calle Nueva York» – «Otros secuestros llevados adelante por la patota»