Segundo Eje: El Grupo de Tareas. Los represores.

La formación de la patota

Año 1976. Tardes grises. Almas perdidas. Zombies de las calles. «Hombres robots» como los de «El Eternauta» de Héctor Germán Oesterheld. El Golpe Cívico-Militar ya había sido consumado. Un hombre de unos 30 años de nombre Julio César Leston era convocado para realizar un curso de “Inteligencia”, en el Edificio Cóndor. El hombre, un empleado de la Fuerza Aérea Argentina, anteriormente había hecho tareas relacionadas con los radares en la localidad de Merlo, provincia de Buenos Aires. Desde el ‘76 hasta comienzos del ‘77 llevó adelante un curso junto a aproximadamente 40 personas más, donde “aprendió” a perseguir militantes, secuestrarlos y torturarlos. Más tarde, pondría en práctica lo aprendido. La periodista Miriam Lewin, sobreviviente de Virrey Cevallos y ESMA, años después, daría testimonio de ello.

Volviendo a 1976: aunque Leston tenía 30 años, como dijimos, su cara era la de un niño. De cutis blanco y pelo castaño, solía usar camperas de jean, y en verano camisas de esas formales, la de los cadetes de entidades bancarias, muy almidonado, muy acicalado;  con todo esto le era suficiente. Ingresaba al Edificio Cóndor, en Retiro, sede central de Fuerza Aérea Argentina. Acababa de pasar por el frente de las terminales de los ferrocarriles Mitre, Belgrano Norte y San Martín. Sentía la tranquilidad y el sosiego característico de la zona cercana al puerto, allí donde el bullicio del centro porteño comienza a desvanecerse y desaparecer como tantos, como muchos. Se encontraba con unos cuarenta compañeros, a los que saludaba efusivamente, de manera extremadamente exagerada, un tanto rídicula podríamos decir, en la puerta del Edificio Cóndor.

Todos, después del curso, iban a pertenecer a la “Regional Inteligencia Buenos Aires” (RIBA), una entidad que dependería de la Jefatura II – Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina. La tarea original de RIBA, dice Leston hoy, era “recopilar información sobre la parte aérea de países limítrofes, para armar carpetas sobre su potencial aéreo”. Sin embargo, agrega Leston, “a partir de ese curso, se le acopló recoger información también sobre el tema de la subversión”.

El grupo de los 40 caminaba por los pasillos del Edificio Cóndor. En el aula, donde se dictaba la primer clase, Leston conversaba animadamente, mientras avanzaba a paso lento, con Jorge Ángel Cóceres, un hombre de aproximadamente su misma edad. Cóceres, con su pelo ondulado, labios carnosos y contextura fornida, venía desde la zona noroeste del conurbano, del partido de San Miguel. Junto a ellos caminaba Daniel Castrogiovanni, un hombre muy religioso que habitualmente llevaba una Biblia consigo, bajo el brazo, la que leía con avidez. A unos 20 metros, caminaba al frente, cerca de los jefes que indicaban el trazado de los pasillos a las aulas, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, el “colorado”. Ellos cinco, serían reconocidos por sobrevivientes años después como represores que actuaron en el ex CCDTyE Virrey Cevallos.

El caso de Vázquez Sarmiento es muy peculiar. Leston diría años después: “Siempre mantuvo una distancia conmigo porque yo era más antiguo que él en la Fuerza”. (…) “él tenía muy buena relación con los jefes, se podía ver en el trato: mientras a mí me decían: “Leston, venga” a él le decían: “¡Colorado, vení!”. Esa tensión existente entre ambos tal vez explique la presentación de Leston como testigo en 2002, en la que incrimina a Vázquez Sarmiento en una causa por apropiación de menores (en concreto, en la causa que investiga el robo del bebé de Graciela Tauro y Jorge Rochistein, nacido en la ESMA).

Ahora bien, en 1976 nada de eso había ocurrido todavía. Leston y Vázquez Sarmiento ingresaban al aula ubicada en el Edificio Cóndor. Se disponían a prestar atención al docente. En ese instante ingresaba al salón Oscar Sende, el titular de RIBA, y, parándose  frente de los pupitres hacía la presentación del curso: “Inteligencia Aeronáutica”. En realidad, se trataba de una capacitación para aniquilar a quienes pensaban distinto y soñaban con forjar un país para todos.

 

La represión en desarrollo

            “La RIBA no se manejó como Centro Clandestino, tenía su domicilio legal, era una unidad más. Si había alguna detención se la derivaba a comisarías y se la ponía a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Esta frase fue pronunciada por Julio César Leston en 2011, en el marco de su declaración como testigo en la causa “Plan Sistemático de Apropiación de Menores”. La información está desmentida por los sobrevivientes del ex CCDTyE “Virrey Cevallos”. Tanto Miriam Lewin, como Vilma Aoad y José Osuna afirmarían luego que algunos de los hombres de RIBA fueron partícipes de sus detenciones ilegales. En los tres casos, durante el transcurso de los secuestros, las víctimas estaban “desaparecidas”, es decir, eran personas de las cuales nadie sabía el paradero, sufrían torturas y no contaban con las garantías de la ley, por supuesto. El curso de un año que se había dictado en el Edificio Cóndor contemplaba esa manera de represión ilegal, que era completamente acorde con los métodos que también utilizaban el Ejército, la Armada, la Policía Federal y otras fuerzas de seguridad.

En 1977, se inició la sucia tarea de quienes integraban la RIBA. El primer lugar de acción de los represores fue la VII Brigada Aérea, ubicada en la actual Av. Eva Perón al 2200, en el límite entre las localidades de Morón y Castelar. Poco tiempo después, los integrantes de la Regional Inteligencia Buenos Aires fueron destinados a un edificio ubicado en pleno centro de Morón, en la calle San Martín al 786. Próximo a ese edificio se encontraba “Mansión Seré” (o “Atila”), en Castelar Sur, un CCDTyE que también dependía de Fuerza Aérea. El film “Crónica de una Fuga” (2006) cuenta la historia, basada en el libro “Pase Libre” de Claudio Tamburrini (ex arquero de fútbol del equipo Almagro). Allí relata su escape junto a otros tres compañeros el 24 de marzo de 1978, “Mansión Seré” fue luego demolida para ocultar cualquier evidencia.

La mayor parte de la patota de RIBA pasaba buena parte de cada día por aquella zona, el oeste del Gran Buenos Aires. Sin embargo, en no pocas ocasiones, algunos grupos salían del área para concretar operativos. Éstos consistían en “levantar” o “chupar” personas de sus lugares de trabajo, sus casas, sus lugares de estudio o directamente en la calle a plena luz del día, o cuando la luna se erguía.

La metodología adoptada era comenzar a torturar a los secuestrados minutos después de su detención. A veces esto se hacía en comisarías o en algún CCDTyE cercano al lugar de la captura. El objetivo era obtener así “información fresca” (lograr que “canten”) acerca del paradero de sus compañeros de militancia u otras cuestiones. Aplicando rápidamente picana eléctrica, submarino seco u otros tormentos, habían «enseñado» los jefes en el curso del Edificio Cóndor, se evitaba que los militantes todavía libres notasen la desaparición de un compañero y escaparan de los lugares que frecuentaban a diario. Luego de ello, los militantes eran secuestrados y mantenidos ilegalmente en cautiverio en los CCDTyE por el lapso de días, meses o incluso años, hasta su liberación o «traslado», lo que significaba la muerte y desaparición de su cuerpo en los llamados «Vuelos de la Muerte».

 

La Casona de Virrey Cevallos

El Centro Clandestino Virrey Cevallos, situado en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, estaba manejado por otra parte de la patota de RIBA. Allí, permanecieron algunas de las personas capturadas por los Grupos de Tareas de la Regional. Los secuestrados, luego, eran eliminados físicamente, trasladados a algún otro lugar de detención o liberados. En Cevallos también había una sala de torturas, que fue usada sistemáticamente.

A Miriam Lewin, secuestrada por Julio César Leston y por lo menos siete hombres más en el cruce de la entonces Avenida del Trabajo y General Paz, la torturan en una comisaría de la zona de Liniers y le preguntan por Patricia Palazuelos, amiga suya y acusada de ser la responsable de un atentado con explosivos en el Edificio Cóndor. Luego, finalmente, la llevan al CCDTyE “Virrey Cevallos”, en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires, donde permanece durante meses detenida ilegalmente.

Un interrogante que alguien puede hacerse en la actualidad es ¿por qué algunos detenidos fueron enviados al centro porteño y no a los predios de la Fuerza ubicados en zona oeste? Se trata de una pregunta de difícil respuesta. Tal vez haya alguna relación de cercanía entre la ubicación de “Cevallos” y los lugares en donde se producían las detenciones. Pero eso no fue así en todos los casos. Osvaldo López fue secuestrado en la localidad de San Miguel, un lugar que es más cercano a Morón que al centro de Buenos Aires. Lo que sí se puede afirmar es que Virrey Cevallos tiene una peculiaridad indudable: su cercanía con el Departamento Central de la Policía Federal. Sólo dos cuadras los separan. Leston, en el año 2011, afirmaría que entre la gente del Grupo de Tareas había una persona de Policía Federal, y agregaría: “le decían “el gringo” porque era rubio”. Tal vez allí esté la conexión entre Fuerza Aérea y Policía. De cualquier manera, Leston mismo, reconoce que, en los altos niveles de la Regional, había reuniones con jefes militares de todas las armas y con personal jerárquico de las fuerzas de seguridad.  Miriam Lewin también menciona una posible conexión. Afirma en su testimonio que había un integrante del grupo de tareas, delgado, encorvado, moreno y de pelo largo, que se peinaba con raya al medio al que le decían “Charola” y decía ser un hombre de la Federal.

Virrey Cevallos tenía relaciones con el Departamento Central, pero también poseía vínculos con otra dependencia ubicada en el centro porteño. Se trata de una vieja casona ubicada en Riobamba y Viamonte que pertenecía a SIFA (“Servicio de Inteligencia de Fuerza Aérea”), que al igual que RIBA, dependía de la Jefatura II – Inteligencia del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea Argentina.

Hoy, un vecino de Monserrat que prefiere permanecer en el anonimato, dice que reconoció en la puerta de ese lugar, durante los años ‘70, a los mismos represores que veía entrar en Cevallos. “Nosotros también trabajamos acá” le dijeron en aquél momento. Así es como Osvaldo López, sobreviviente de Cevallos, arriba a una conclusión provisoria: “es posible que parte de los represores que cumplieron funciones en el CCDTyE hayan sido de ‘SIFA’ (“Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea”)”. (…) “Es decir, que no todos hayan pertenecido a RIBA”.

En la actualidad, todos los represores reconocidos por los sobrevivientes pertenecieron a la Regional Inteligencia Buenos Aires y ninguno a SIFA, pero no se descarta encontrarlos en un futuro cercano.

 

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1)    Entrada de Virrey Cevallos 632

Originalmente esta entrada pertenecía a una casa independiente que ocupaba el segundo piso. A partir de 1971, (año en que los hermanos Río compran la propiedad), es unificada con los otros dos lotes y la puerta es deshabilitada.

 

2)    Entrada de Virrey Cevallos 630

Esta puerta tenía un aspecto similar a la entrada de Cevallos 632. Ese aspecto era típico de principios de siglo XX. Por allí se ingresaba a la Planta Baja. Pero, en 1971, se la reemplaza por un portón que permite la entrada de automóviles. Durante el período de la Dictadura Militar, los Grupos de Tareas ingresaban por allí a los detenidos-desaparecidos.

 

3)    Entrada de Virrey Cevallos 628

Esta puerta, originalmente, pertenecía (como la entrada de Cevallos 632) a una casa autónoma que ocupaba el primer piso. En 1971, se la comienza a utilizar como entrada para los represores que arribaban a pie, es decir, sin automóviles. La escalera de ingreso era vigilada desde una mirilla que tenía la guardia del entrepiso.

 

4)    Garage

Aquí, el Grupo de Tareas, guardaba los autos. Cuando el lugar estaba colmado por los mismos, utilizaban el playón del Departamento Central de Policía, el cual está ubicado a 200mts. del ex CCDTyE, más precisamente en la calle Moreno 1550. Anteriormente a 1971, el garaje, había sido utilizado como hall de la casa de Virrey Cevallos 630.

 

5)    Primer cuarto de PB

Cubierto de azulejos que comenzaron a utilizarse en la Argentina en los años ‘70. Después de la Dictadura Militar fue utilizado como cocina. Sorprende la existencia de muchos tomacorrientes a poca distancia uno del otro. Se sospecha que podría tratarse de un laboratorio, aunque esto no ha sido posible comprobarlo debido a que no hay testimonios de sobrevivientes sobre ese lugar.

 

6)    Sala de interrogatorios

La ex detenida-desaparecida, Vilma Gladys Aoad, fue llevada al lugar. Allí observó máquinas de escribir.

 

7)    Sala de torturas

Tiene un falso cielorraso para evitar filtraciones; aunque, con el paso de los años, éste se fue deteriorando produciendo un agujero, a raíz del agua de las lluvias y tormentas.

 

8)    Baños

Allí eran trasladados los detenidos ilegalmente. Estaban cerca de una pileta-lavatorio, la cual se utilizaba frecuentemente para lavar las ropas.

 

9)    Celdas

Originalmente, eran habitaciones de servicio. Sin ventanas, con lo cual la luz era puramente artificial o permanecían a oscuras. Extremadamente pequeñas.

 

Entrepiso

Ubicado sobre el garage. Fue construido en 1971. A esa conclusión se llega, debido a que durante ese año, baja la categoría de la propiedad, a raíz de la utilización de materiales de menor calidad y pérdida de la unidad arquitectónica, recordemos, como se dijo en anteriores líneas que la casa se trataba de una edificación tradicional de principios de siglo XX.

El entrepiso fue usado como guardia durante los años de la Dictadura Militar. Por sus ventanales, los represores podían observar el movimiento de la calle. Si en alguna ocasión hubiesen sufrido un ataque desde la vereda, podrían haber respondido con facilidad desde allí arriba. Las ventanas aún mantienen sus rejas inclinadas, con agujeros preparados especialmente para apoyar las armas de manera sencilla y disparar sin más.

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10)  Habitación amplia del primer piso

Allí, en una sola ocasión, los represores le hicieron leer un texto a la ex detenida-desaparecida: Miriam Lewin mientras la filmaban con cámaras. Para esta tarea, la obligaron a maquillarse.

 

11)  Cocina

En este lugar, según testimonio de Miriam Lewin, la obligaron a lavar los platos y pudo ver cartones de cajas de la pizzería: “Cachavacha”, ubicada a pocos metros del ex CCDTyE.

 

 

Próxima entrega: «Los años posteriores» – «La Masacre de la calle Nueva York» – «Otros secuestros llevados adelante por la patota»

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